“Leales
y justos e inculpables demostramos ser.” (1 TES. 2:10)
DESTAQUEMOS LOS PUNTOS PRINCIPALES
¿Qué
lecciones extraemos de los actos traicioneros de Dalila, Absalón y Judas
Iscariote?
¿Cómo
podemos imitar la lealtad de Jonatán y de Pedro?
¿Cómo
podemos mantenernos fieles a nuestro cónyuge y a Jehová?
¿EN QUÉ se
parecen Dalila, Absalón y Judas Iscariote? En que todos fueron desleales.
Dalila, al hombre que la amaba, el juez Sansón. Absalón, a su padre, el rey
David. Y Judas, a su Maestro, Cristo Jesús. Con sus vergonzosos actos,
todos ellos causaron mucho daño a otros. Pero ¿por qué debería interesarnos lo
que hicieron?
2 Cierta escritora incluye la traición
entre los vicios más comunes de nuestro tiempo. Ese hecho no nos
sorprende, pues al dar la señal de “la conclusión del sistema de cosas”, Jesús
dijo: “Muchos [...] se traicionarán unos a otros” (Mat. 24:3, 10). La traición se define como
el “comportamiento de una persona que engaña o hace daño a un amigo o a otra
persona que ha depositado en ella su confianza”. Esa falta de fidelidad
confirma que estamos viviendo en “los últimos días” en los que, como predijo
Pablo, los hombres serían “desleales [...], traicioneros” (2 Tim. 3:1, 2, 4). Aunque los escritores y
guionistas suelen darles a los actos de deslealtad tintes dramáticos o
románticos, lo cierto es que en la vida real provocan mucho dolor y
sufrimiento. Sin duda, la traición es una terrible marca de los tiempos en que
vivimos.
3 ¿Qué lecciones extraemos de los
personajes bíblicos que traicionaron a otros? ¿Qué aprendemos de aquellos que
demostraron lealtad? ¿Y a quién debemos ser fieles pase lo que pase?
Veamos.
MALOS EJEMPLOS DEL PASADO
4 Veamos primero el caso de Dalila, la
manipuladora mujer de la que se
enamoró Sansón. Este juez estaba resuelto a encabezar la lucha del pueblo de
Dios contra los filisteos. Tal vez sabiendo que ella no sentía amor
ni lealtad por Sansón, los cinco cabecillas filisteos le ofrecieron una
gran suma para que averiguara el secreto de su extraordinaria fuerza a fin de
eliminarlo. Actuando como una mercenaria, Dalila aceptó la oferta, pero tres
veces fracasó en su intento de descubrir el secreto de Sansón. Entonces siguió
presionándolo y “lo apremiaba con sus palabras en todo tiempo, y seguía
instándolo”. Finalmente, “el alma de él se impacientó hasta desear morir”, así
que le reveló que nunca le habían cortado el cabello y que, si lo hacían, él
perdería la fuerza.*Enseguida,
ella se encargó de que le cortaran el pelo mientras dormía en su regazo y lo
entregó a sus enemigos para que hicieran con él lo que quisieran (Jue. 16:4, 5, 15-21). ¡Qué acto tan despreciable!
Por culpa de su codicia, Dalila traicionó al hombre que la amaba.
5 Veamos ahora el caso de Absalón.
Cegado por la ambición, estaba decidido a usurpar el trono de su padre, el rey
David. Comenzó “robándose el corazón de los hombres de Israel”, es decir,
ganándose su favor con astutas promesas y fingidas expresiones de afecto. Los
abrazaba y besaba como si de verdad se preocupara por ellos y sus necesidades (2 Sam. 15:2-6). Consiguió poner de su
parte hasta al consejero de confianza de David, Ahitofel, quien se volvió
traidor y se unió a la rebelión (2 Sam. 15:31). En los Salmos 3 y 55, David expresa cómo se sintió por
tan terrible deslealtad (Sal. 3:1-8;léase Salmo 55:12-14). La conspiración contra el rey
nombrado por Jehová puso de manifiesto que Absalón no sentía ningún
respeto por la soberanía divina, y que era un ser ambicioso y descarado (1 Cró. 28:5). Al final, el golpe
fracasó y David siguió reinando como el ungido de Jehová.
6 Pensemos ahora en la traición de Judas
Iscariote. En la última Pascua que Jesús celebró con sus doce apóstoles,
les anunció: “En verdad les digo: Uno de ustedes me traicionará” (Mat. 26:21). Esa misma noche, ya en el
jardín de Getsemaní, Jesús les dijo a Pedro, Santiago y Juan: “¡Miren!
El que me traiciona se ha acercado”. Acto seguido, Judas apareció con sus
cómplices y, “yendo directamente a Jesús, dijo: ‘¡Buenos días, Rabí!’, y lo
besó muy tiernamente” (Mat. 26:46-50; Luc. 22:47, 52). Por su amor al dinero, Judas
“había traicionado [...] sangre justa” y entregado a Jesús a sus enemigos.
¿Y cuánto cobró por ello? ¡Treinta míseras monedas de plata! (Mat. 27:3-5.) Desde entonces, el nombreJudas ha sido sinónimo de “traidor”, en
especial de la clase que se esconde tras el disfraz de la amistad.*
7 ¿Qué hemos aprendido de estos malos
ejemplos? Absalón y Judas tuvieron un fin vergonzoso porque traicionaron al
ungido de Jehová (2 Sam.
18:9, 14-17; Hech. 1:18-20). Y el nombre Dalila quedará para siempre vinculado a la
traición y el amor fingido (Sal. 119:158). Es vital que combatamos cualquier tendencia
hacia la ambición ciega o la codicia, pues podríamos perder el favor de Jehová.
No hay lecciones más contundentes para ayudarnos a rechazar algo tan
deplorable como la traición.
IMITEMOS A LOS LEALES
8 La Biblia también contiene muchos
ejemplos de lealtad. Examinemos dos de ellos para ver qué podemos aprender.
Comencemos por un hombre que demostró su lealtad a David: Jonatán. Dado que era
el hijo mayor del rey Saúl, tenía todas las probabilidades de heredar el trono
de Israel. Sin embargo, Jehová eligió a David para ese puesto. En vez de
ponerse celoso, Jonatán respetó la decisión divina. Y lejos de
considerarlo como un rival, “la misma alma de Jonatán se ligó con el alma de
David” y le juró lealtad. Hasta le regaló algunas de sus prendas de vestir, su
espada, su arco y su cinturón, lo cual implicaba reconocer su dignidad real (1 Sam. 18:1-4). Además, hizo todo lo
que pudo para “fortalecerle la mano”, arriesgando incluso su propia vida al
defenderlo ante Saúl, su padre. Y lealmente animó a su amigo con estas
palabras: “Tú mismo serás rey sobre Israel, y yo mismo llegaré a ser segundo a
ti” (1 Sam.
20:30-34; 23:16, 17).
No es de extrañar que, a la muerte de Jonatán, David expresara su dolor y
el cariño que le tenía en una conmovedora canción (2 Sam. 1:17, 26).
9 En el corazón de Jonatán no había
ningún conflicto de lealtades. Él se sometía por completo al Señor
Soberano Jehová y apoyaba sin reservas a David, el ungido de Dios. Del mismo
modo, aunque nosotros no tengamos el honor de recibir alguna responsabilidad
especial en la congregación, debemos respaldar gustosamente a los hermanos que
han sido nombrados para guiarnos (1 Tes. 5:12, 13; Heb. 13:17, 24).
10 El otro ejemplo positivo que vamos a
analizar es el del apóstol Pedro, quien prometió lealtad a Jesús. Cuando el
Gran Maestro empleó unos símbolos muy gráficos para ilustrar la importancia de
demostrar fe en su carne y sangre, que pronto iba a sacrificar, muchos de sus
discípulos se ofendieron y lo abandonaron (Juan 6:53-60, 66). Entonces Jesús se volvió a sus
doce apóstoles y les preguntó: “Ustedes no quieren irse también,
¿verdad?”. Fue Pedro quien contestó: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes
dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres
el Santo de Dios” (Juan 6:67-69). ¿Acaso Pedro comprendió
perfectamente todo lo que Jesús acababa de decir sobre su venidero sacrificio?
Lo más probable es que no. Sin embargo, estaba decidido a ser leal al Hijo
ungido de Dios.
11 Pedro
no pensó que Jesús estaba equivocado y que con el tiempo se retractaría.
Más bien, reconoció humildemente que Jesús tenía “dichos de vida eterna”. Pues
bien, ¿cómo reaccionamos nosotros cuando en las publicaciones del “mayordomo
fiel” hallamos algo que no comprendemos bien o que no concuerda con nuestro
punto de vista? Deberíamos procurar entenderlo en vez de dar por sentado que
con el tiempo cambiará y se ajustará a nuestra opinión (léase Lucas 12:42).
FIELES AL CÓNYUGE
12 No debemos permitir que algo tan
vil como la traición, sea del tipo que sea, perturbe la paz y unidad de la
familia cristiana y de la congregación. Con esta idea presente, veamos cómo
podemos seguir siendo fieles a nuestro cónyuge y a nuestro Dios.
13 El adulterio es una de las formas de
traición más devastadoras, pues quien lo comete viola sus votos de fidelidad
matrimonial al dedicar sus atenciones a otra persona. De repente, el
cónyuge traicionado se ve solo, sintiendo que su mundo se derrumba. ¿Cómo puede
ocurrir eso entre dos personas que una vez se amaron? Con frecuencia, el primer
paso en esa dirección se da cuando se distancian emocionalmente uno del otro.
La profesora de Sociología Gabriella Turnaturi explica que “la traición
encuentra su lugar en la alternancia entre estar plenamente presente en la
relación y no estar plenamente presente”. Tal distanciamiento se produce
incluso en algunas parejas de mediana edad. Este es el caso del hombre de
50 años que se divorcia de la mujer que le ha sido fiel durante
veinticinco para unirse a otra por la que se siente atraído. Hay quienes le
quitan importancia al asunto calificándolo de “crisis de la mediana edad”. Sin
embargo, en vez de hacerlo parecer algo inevitable, llamémoslo por su nombre:
traición en la mediana edad.*
14 ¿Qué piensa Jehová de los que, sin
razón bíblica, abandonan a su esposo o esposa? Nuestro Dios odia el divorcio, y
ha expresado enérgicamente que condena a los casados que traicionan de esa manera
a su pareja (léase Malaquías 2:13-16). En total sintonía con su Padre,
Jesús enseñó que uno no puede echar o abandonar a un cónyuge inocente y
seguir como si tal cosa (léase Mateo 19:3-6, 9).
15 ¿Cómo pueden los casados permanecer
fieles a su cónyuge? La Palabra de Dios contesta: “Regocíjate con la
esposa [o el esposo] de tu juventud”. Además, dice: “Ve la vida con la esposa
[o el esposo] que amas” (Pro. 5:18; Ecl. 9:9). Según va pasando el
tiempo, cada uno de ellos debe estar “plenamente presente” en su relación,
tanto a nivel físico como emocional. Eso significa estar pendientes uno del otro, pasar tiempo uno conel otro y estrechar
los lazos entre uno y otro. Deben concentrarse en proteger su
matrimonio y su relación con Dios. Y para eso necesitan ser constantes en
estudiar la Biblia juntos, en predicar juntos y en pedirle juntos a Jehová que los bendiga.
FIELES A JEHOVÁ
16 Hay miembros de la congregación que
cometen pecados graves y tienen que ser censurados “con severidad, para que
estén saludables en la fe” (Tito 1:13). Por otro lado, la conducta de
algunos requiere que sean expulsados. Esta disciplina ha permitido que “los que
han sido entrenados por ella” se recobren espiritualmente (Heb. 12:11). Pero ¿y si el expulsado es un
familiar nuestro o un amigo íntimo? Entonces entra en juego nuestra lealtad,
no a la persona, sino a Dios. Jehová nos observa y sabe si estamos
obedeciendo su mandato de no tener contacto con cualquiera que haya sido expulsado (léase1 Corintios 5:11-13).
17 Veamos solo un ejemplo del bien que se
puede lograr cuando la familia apoya lealmente la orden divina de
no relacionarse con familiares expulsados. Un joven llevaba diez años
expulsado, y durante ese tiempo su padre, su madre y sus cuatro hermanos se
negaron a “mezclarse en [su] compañía”. A veces él intentaba incluirse en
las actividades de la familia, pero, de forma loable, todos se mantuvieron
firmes en su postura. Tras su readmisión, dijo que siempre los había echado de
menos, especialmente cuando estaba solo por las noches. Sin embargo, admitió
que si su familia hubiera tenido contacto con él, aunque fuera solo un poco,
esa pequeña dosis le hubiera bastado. Al no tener ni siquiera la más
mínima comunicación con ninguno de ellos, el deseo ardiente de disfrutar de su
compañía se convirtió en uno de los factores que lo impulsaron a reparar su relación
con Jehová. Pensemos en este hecho si alguna vez nos sentimos tentados a violar
el mandato divino de no tener contacto con familiares expulsados.
18 Vivimos en un mundo traicionero y
desleal. Aun así, en la congregación cristiana nos rodean hermanos cuya lealtad
es digna de imitar. Su trayectoria en la vida habla por ellos, pues es
como si dijeran: “Ustedes son testigos, Dios también lo es, de cuán leales y justos e inculpables demostramos ser
para con ustedes los creyentes” (1 Tes. 2:10). Demostremos a diario
que hemos tomado la firme decisión de permanecer leales a Dios y a nuestro
semejante.
[Notas]
La
fuerza de Sansón no estaba en su cabello en sí, sino en lo que este
representaba: su relación especial con Jehová como nazareo.
De ahí que la expresión beso de Judas designe cualquier “manifestación de
afecto que encubre traición”.
Encontrará sugerencias para afrontar
esta terrible deslealtad en el artículo “Cómo superar la traición de
un cónyuge” de La Atalaya del 15 de junio de 2010, páginas
29 a 32.
[Preguntas del estudio]
1-3. a) ¿Qué terrible marca de los tiempos
estamos presenciando, y qué implica? b) ¿A qué tres preguntas daremos
respuesta?
4. ¿Cómo
traicionó Dalila a Sansón, y por qué fue tan despreciable ese acto?
5. a)
¿Cómo traicionó Absalón a David, y qué demostró con sus actos? b) ¿Cómo se
sintió David por la traición de Ahitofel?
6. ¿Cómo
traicionó Judas a Jesús, y de qué ha llegado a ser sinónimo el nombre Judas?
7. ¿Qué
lecciones hemos aprendido de la vida de a) Absalón y Judas, y
b) Dalila?
8, 9. a) ¿Por qué le juró lealtad Jonatán a
David? b) ¿Cómo podemos imitar a Jonatán?
10, 11. a) ¿Por qué fue Pedro leal a Jesús y
permaneció a su lado? b) ¿Cómo podemos imitar a Pedro?
12, 13. ¿Cómo pudiera la traición abrirse paso
en un matrimonio, y por qué no es la edad una excusa para que eso ocurra?
14. a) ¿Qué piensa Jehová de quienes
abandonan a su cónyuge sin razón bíblica? b) ¿Qué dijo Jesús sobre la
fidelidad conyugal?
15. ¿Cómo pueden los casados fortalecer su
resolución de ser fieles a su cónyuge?
16, 17. a) ¿Cómo puede ponerse a prueba nuestra
lealtad en la familia y en la congregación? b) ¿Qué ejemplo muestra los
beneficios de obedecer el mandato divino de no relacionarse con familiares
expulsados?
18. ¿Cuál es nuestra resolución tras haber
examinado las consecuencias de la lealtad y la deslealtad?
[Ilustración de la página 10]
A
diferencia de otros, Pedro fue leal al Hijo ungido de Dios y no lo rechazó
http://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/2012282
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