Columna. El gran problema en Latinoamérica es el acceso
a los servicios
financieros. Por un lado, la oferta no se adecua a las necesidades de la
gente y -además- existen muchas barreras para que la población se integre.
Barreras. Los países que mejor las aborden llegarán más lejos. (Reuters)
·
David Tuesta
Inspirados en la evidencia
de los estudios que muestran que una mayor interrelación de la población con
las finanzas explica un mayor crecimiento y bienestar, diferentes gobiernos
vienen apostando por los temas de inclusión financiera como un elemento clave
en sus programas.
En efecto, no es
casualidad que esta problemática se encuentre ya en la agenda de las reuniones
de los países del G.20.
Se puede definir la
inclusión
financiera como las políticas dirigidas a posibilitar que los agentes económicos
accedan a los servicios financieros a un precio asumible, sin perder de vista
la existencia de fallos de mercado que dificultan tanto el acceso como el uso.
De este modo, las
políticas orientadas a una mayor participación financiera debieran aminorar
estos fallos y así reducir el costo marginal de proveer y usar sus servicios.
No faltan números
para señalar que el nivel de inclusión financiera en Latinoamérica se encuentra
rezagado. Los datos del FMI indican que el
nivel de préstamos y depósitos respecto al PIB alcanzan el 34% y
40%, respectivamente, muy rezagado comparado con el promedio de las economías
avanzadas, 139% y 144% respectivamente.
Otros indicadores
interesantes de bancarización extraídos del Global Findex muestran también que
los poseedores de una cuenta en una institución financiera formal alcanzan el
32%, contrastando con el 89% en países
desarrollados y con el 55 % en Asia Pacífico.
Las cifras
anteriores relacionadas al “uso” del sistema financiero, sin embargo, son
incompletas para entender la problemática de la inclusión financiera. En
efecto, se debe también reparar en la problemática del “acceso”, la cual tiene
dos caras: por un lado, el hecho de que la oferta de estos servicios puede no
adecuarse a las necesidades de la población y por tanto existir una
auto-exclusión, y por el otro, el hecho de que la falta de acceso puede
reflejar limitaciones ante la presencia de barreras tales como la información
imperfecta, educación financiera, limitaciones geográficas, discriminación,
marcos regulatorios, entre otros.
Entendiéndose que
la brecha entre la necesidad y la posibilidad de acceder al sistema financiero
puede explicarse en parte por la falta de infraestructura, Latinoamérica ha
logrado avances destacados en la última década, con el incremento del número de
oficinas bancarias, cajeros electrónicos y con el establecimiento de alianzas
de corresponsalía entre la banca y establecimientos minoristas para llegar a
incrementar el acceso. No obstante, cada vez es más obvio que todos estos
esfuerzos no son suficientes.
Las encuestas
especializadas señalan que el problema de las barreras de acceso es
multidimensional. Así, ante la pregunta sobre las razones por las cuales no se
tiene una cuenta bancaria, las personas destacan principalmente que se debe a
la falta de dinero, los elevados costos del servicio, aspectos geográficos,
requerimientos documentarios y a la falta de confianza. Todo ello hace que el
camino hacia una mayor inclusión siga siendo un objetivo complicado.
En los últimos años
se viene observando una tendencia de las políticas económicas latinoamericanas
a adoptar medidas de carácter más integral, en lo que se refiere a la
problemática de las barreras a la inclusión financiera. Ellas se basan en las
siguientes estrategias:
(1) la búsqueda de
una mayor capilaridad a través del canal presencial con los acuerdos de
corresponsalías,
(2) el desarrollo de nuevos productos transaccionales de acceso simple, aprovechando la alta penetración de la telefonía móvil como un canal factible de acceso, siguiendo las experiencias de éxito en África y Asia,
(3) la simplificación de la regulación con el fin de permitir el acceso con menores trámites documentarios que faciliten el entendimiento de los productos y ganar la confianza de la población,
(4) la generación de mayor competencia permitiendo la entrada de nuevos actores y finalmente,
(5) la presentación de un producto financiero sencillo, barato y adaptado a las necesidades.
(2) el desarrollo de nuevos productos transaccionales de acceso simple, aprovechando la alta penetración de la telefonía móvil como un canal factible de acceso, siguiendo las experiencias de éxito en África y Asia,
(3) la simplificación de la regulación con el fin de permitir el acceso con menores trámites documentarios que faciliten el entendimiento de los productos y ganar la confianza de la población,
(4) la generación de mayor competencia permitiendo la entrada de nuevos actores y finalmente,
(5) la presentación de un producto financiero sencillo, barato y adaptado a las necesidades.
Con la interacción
de estos puntos, los gobiernos ansían alcanzar un acceso al sistema financiero
más amplio que vaya incorporando a aquellos colectivos más desfavorecidos. El
tema de la inclusión financiera es todavía un libro que está por escribir.
Aquellos que aborden el problema de las barreras con éxito serán los que
lleguen más lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario