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lunes, 19 de agosto de 2013

BBVA: "Los países que logren abordar mejor la inclusión financiera llegarán más lejos"

Columna. El gran problema en Latinoamérica es el acceso a los servicios financieros. Por un lado, la oferta no se adecua a las necesidades de la gente y -además- existen muchas barreras para que la población se integre.
Barreras. Los países que mejor las aborden llegarán más lejos. (Reuters)
·         David Tuesta
Inspirados en la evidencia de los estudios que muestran que una mayor interrelación de la población con las finanzas explica un mayor crecimiento y bienestar, diferentes gobiernos vienen apostando por los temas de inclusión financiera como un elemento clave en sus programas.
En efecto, no es casualidad que esta problemática se encuentre ya en la agenda de las reuniones de los países del G.20.
Se puede definir la inclusión financiera como las políticas dirigidas a posibilitar que los agentes económicos accedan a los servicios financieros a un precio asumible, sin perder de vista la existencia de fallos de mercado que dificultan tanto el acceso como el uso.
De este modo, las políticas orientadas a una mayor participación financiera debieran aminorar estos fallos y así reducir el costo marginal de proveer y usar sus servicios.
No faltan números para señalar que el nivel de inclusión financiera en Latinoamérica se encuentra rezagado. Los datos del FMI indican que el nivel de préstamos y depósitos respecto al PIB alcanzan el 34% y 40%, respectivamente, muy rezagado comparado con el promedio de las economías avanzadas, 139% y 144% respectivamente.
Otros indicadores interesantes de bancarización extraídos del Global Findex muestran también que los poseedores de una cuenta en una institución financiera formal alcanzan el 32%, contrastando con el 89% en países desarrollados y con el 55 % en Asia Pacífico.
Las cifras anteriores relacionadas al “uso” del sistema financiero, sin embargo, son incompletas para entender la problemática de la inclusión financiera. En efecto, se debe también reparar en la problemática del “acceso”, la cual tiene dos caras: por un lado, el hecho de que la oferta de estos servicios puede no adecuarse a las necesidades de la población y por tanto existir una auto-exclusión, y por el otro, el hecho de que la falta de acceso puede reflejar limitaciones ante la presencia de barreras tales como la información imperfecta, educación financiera, limitaciones geográficas, discriminación, marcos regulatorios, entre otros.
Entendiéndose que la brecha entre la necesidad y la posibilidad de acceder al sistema financiero puede explicarse en parte por la falta de infraestructura, Latinoamérica ha logrado avances destacados en la última década, con el incremento del número de oficinas bancarias, cajeros electrónicos y con el establecimiento de alianzas de corresponsalía entre la banca y establecimientos minoristas para llegar a incrementar el acceso. No obstante, cada vez es más obvio que todos estos esfuerzos no son suficientes.
Las encuestas especializadas señalan que el problema de las barreras de acceso es multidimensional. Así, ante la pregunta sobre las razones por las cuales no se tiene una cuenta bancaria, las personas destacan principalmente que se debe a la falta de dinero, los elevados costos del servicio, aspectos geográficos, requerimientos documentarios y a la falta de confianza. Todo ello hace que el camino hacia una mayor inclusión siga siendo un objetivo complicado.
En los últimos años se viene observando una tendencia de las políticas económicas latinoamericanas a adoptar medidas de carácter más integral, en lo que se refiere a la problemática de las barreras a la inclusión financiera. Ellas se basan en las siguientes estrategias:
(1) la búsqueda de una mayor capilaridad a través del canal presencial con los acuerdos de corresponsalías,
(2) el desarrollo de nuevos productos transaccionales de acceso simple, aprovechando la alta penetración de la telefonía móvil como un canal factible de acceso, siguiendo las experiencias de éxito en África y Asia,
(3) la simplificación de la regulación con el fin de permitir el acceso con menores trámites documentarios que faciliten el entendimiento de los productos y ganar la confianza de la población,
(4) la generación de mayor competencia permitiendo la entrada de nuevos actores y finalmente,
(5) la presentación de un producto financiero sencillo, barato y adaptado a las necesidades.
Con la interacción de estos puntos, los gobiernos ansían alcanzar un acceso al sistema financiero más amplio que vaya incorporando a aquellos colectivos más desfavorecidos. El tema de la inclusión financiera es todavía un libro que está por escribir. Aquellos que aborden el problema de las barreras con éxito serán los que lleguen más lejos.
 

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