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jueves, 5 de septiembre de 2013

Cómo viajan los africanos a través del desierto para irse a otro continente

 
El número de gente capacitada que emigra desde África a otros países del mundo crece a diario. La floreciente búsqueda de pastos más verdes no es un fenómeno característico de Nigeria. En la mayoría de los países en desarrollo, la mayor ambición de mucha gente es viajar al extranjero. De hecho, la mayor parte de la gente que ahora ve la emigración como una inversión que da buenos resultados. Los miembros de la familia cuentan con las ganancias de enviar a sus hijos al extranjero en términos de dólares, libras esterlinas o euros que serán mandados de vuelta a casa cuando se establezcan en el país extranjero.
Muchos toman rutas que están cargadas de peligros, viajan a otro país atravesando el desierto y algunas veces les lleva meses alcanzar su destino final. Segun, (apellido oculto) tiene un master de la Universidad de Lagos. Ha trabajado como oficial de atención al consumidor en un banco de nueva generación y, para la mayoría de la gente, vivía acomodado y era rico, utilizando el estándar de Nigeria como medida. En el camino, le picó el bicho de la emigración, gastó todos sus ahorros intentando conseguir una visa para Inglaterra. Cuando todo fracasó, decidió tomar la ruta ilegal y fue presentado a la gente que se dedica a este tipo de actividades.
Le llevaron a través de la República de Níger y pasó seis meses de viaje. Los seis meses fueron un tiempo de prueba para él y para su familia, que tenía que vivir con las consecuencias financieras de su viaje. Vivían al día y se preocupaban por su seguridad. ‘Tribune’ ha podido saber que Segun sólo pudo lograr contactar con su familia para hacerles saber que estaba vivo, un año y medio después de haber partido, y sólo seis de cada 20 personas que salieron de Nigeria con él, finalmente lograron llegar a la tierra prometida. Abiola Thompson es otro nigeriano que dejó su trabajo como funcionario en las costas extranjeras. Probó suerte viajando al exterior legalmente durante cinco años sin éxito antes de partir para España, a través de Cotonú, en un viaje que él describe como arriesgado. Pasaron 4 años antes de que se comunicase con su familia, para decirles dónde estaba. Esos cuatro años, los pasó haciendo trabajos sin importancia y viviendo en unas condiciones que nunca vivió ni pudo imaginarse cuando estaba en Nigeria. ‘Tribune’ también ha tenido acceso a la historia de un africano, Mamadou Saliou, “Billy” Diallo, que salió de Senegal hacia Europa. Mamadou lo logró tras un largo y peligroso viaje a través del desierto del Sáhara. Su experiencia en la ciudad italiana de Brescia fue mucho más de lo que esperaba. Vivía en la residencia Prealpino, donde vivían cientos de senegaleses, durante más de cuatro años. Dieciséis de ellos compartían habitación por lo que tenía problemas para dormir excepto cuando llevaba unos tapones que le habían dado para trabajar en una fábrica. Mamadou apenas comía fuera porque no podía permitirse una plato de arroz con pescado, que costaba 5 euros y a duras penas conseguía algo para el mercado africano que se organizaba los fines de semana a las afueras de la residencia, para poder mandar lo máximo posible a su mujer y a su familia en Senegal.
 Afirma que los trabajos más duros y los turnos de noche sólo los hacen los inmigrantes. Nunca fue a un club, porque eran muy caros. Mamadou planea volver a casa cuando tenga bastante dinero. A pesar de las duras condiciones a las que se enfrentan muchos inmigrantes, el numero de gente que cruza las fronteras en busca de una vida mejor crece sin cesar. La mayoría de ellos con formación y profesionales que dejan sus trabajos de oficina por otros trabajos sin importancia en el extranjero. La migración global afecta a todos los países en desarrollo, porque muchos países industrializados normalmente buscan trabajadores extranjeros altamente cualificados, pero la pobre situación económica de los países africanos hace que estén más expuestos a los problemas de la migración. Mientras los grandes países de emigración son los países en desarrollo, no todos los países de inmigración son países desarrollados. Por tanto, muchos migrantes se encuentran con una situación en la que han caído de la sartén a las brasas.
Las condiciones en las que se encuentran normalmente está por debajo de sus expectativas. A veces, descubren que irse al extranjero no es lo que ellos pensaban que sería; es difícil para ellos encontrar trabajo, el dinero que ganan sólo sirve para mantenerse ellos mismos, así, cuesta tiempo mandar dinero a su casa, y los trabajadores altamente cualificados, normalmente tiene que guardarse sus titilaciones y hacer trabajos sin importancia. Una nigeriana que vive en Londres contó a ‘Tribune’ que ningún inmigrante puede evitar trabajar en este tipo de trabajos menores si quiere sobrevivir. Contó que la gente normalmente empieza con trabajos como lavar platos, barrer, de camareros, y otros de esa naturaleza, y así se las va arreglando hasta que logran una oportunidad mejor.
La huida de nigerianos que viajan al exterior a cualquier coste, normalmente desvela una historia trágica, éxito, traición, fraude y bancarrota. Contrariamente a la creencia popular de que sólo los jóvenes están desesperados por salir de las costas del país, ha habido varios casos de hombres de mediana edad y gente de 40 y 50 años que se unen al grupo de viaje. La desesperación de mucha gente que desea viajar al extranjero ha llevado a un crecimiento de los índices de criminalidad. Ha habido casos de gente que ha utilizado visados caducados, gente con papeles falsos y algunos que utilizan la identidad de personas muertas. Esto hace que el número de residentes ilegales en los países desarrollados, especialmente en Europa y Estados Unidos, es extremadamente alto.
Lo que hace que la situación de muchos inmigrantes sea patética es el hecho de que no se informan sobre cómo están las cosas en los países en los que quieren residir, ellos se creen y hacen creer los cuentos chinos que se cuentan en las películas occidentales. Hacen planes en base a las ilusiones de la opulencia de la que van a disfrutar si logran entrar en semejantes naciones. La gente simplemente quiere irse al extranjero, no importa lo que cueste, porque ellos creen que es más fácil salir adelante en el extranjero. Como resultado, muchos terminan en las playas de países que también están luchando por sobrevivir y sus condiciones empeoran por el hecho de que esas naciones tienen dificultades para ocuparse adecuadamente de sus propios ciudadanos. Aparte de la pobreza, se han atribuido varias razones por las que la gente huye del país. Algunos sufren de los que se llama complejo de inferioridad, no se creen que el trabajo duro en África les pueda proporcionar riqueza, así que se marchan al exterior a toda costa y desempeñan trabajos que son peores que los que rechazaron en casa.
Algunos se dejan llevar por el aura de la riqueza que rodea a la gente que vive en otros países, creen que todo el mundo que vive en tierras del extranjero es rico. Otros creen que la situación económica del país es tan mala que es imposible alcanzar sus sueños. Si se hace legalmente, emigrar a otro país no es siempre una decisión negativa para el individuo, la familia y el país del que está emigrando. Las ventajas afectan a toda la nación, mientras que las desventajas de marcharse ilegalmente afecta a la familia y al país de destino. El dinero enviado por los emigrantes a sus países de origen, es una importante fuente de fondos del exterior para muchos países en desarrollo. El flujo de remesas es la segunda mayor fuente de fondos extranjeros, después de la inversión extranjera de compañías privadas en los países en desarrollo. Los inmigrantes conforman una parte importante de la mano de obra en muchos de los países más industrializados del mundo. Marcharse a un país extranjero es un fenómeno que ha venido para quedarse, a pesar de los cuentos de terror de muchas familias. Lo que marca la diferencia es si uno llega a un país extranjero de manera legal, ilegal o con unos planes concretos.
 
Artículo publicado en el diario nigeriano ‘Tribune’ el 16 de septiembre de 2006.
Traducido por Rosa Moro
 

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