En lo
profundo del sur de Rusia, en la costa oriental del Mar Caspio se encuentra
Daguestán, la provincia más peligrosa del país. Casi a diario, musulmanes
radicales luchan contra fuerzas rusas por conquistar la provincia a nombre del
Islam. Sin embargo, lejos del frente de batalla, un pequeño grupo de cristianos
comparte en secreto el Evangelio entre los musulmanes.
A cien
mil millas de Moscú las fuerzas rusas están en lucha, hace 20 años, contra una
rebelión islámica. Hay muertes, asesinatos y bombardeos aquí casi todos los
días.
Musulmanes
ultra conservadores quieren que el Islam gobierne esta parte del país, conocida
como el Cáucaso Norte. Daguestán es el corazón de la insurgencia.
En
1999, un grupo de musulmanes radicales intentó convertir a Daguestán en un
emirato gobernado por la ley islámica Sharía. El ejército ruso intervino pero
desde entonces, ésta provincia, habitada por dos millones y medio de personas,
tiene unas tres mil mezquitas.
“Hay una
parte de la sociedad, en especial la juventud, que se vuelve más radical.
Quieren seguir una forma pura del Islam”, comenta un ciudadano.
Según
encuestas, uno de cada tres habitantes apoya el apedrear adúlteros y cortar las
manos de los asaltantes.
– ¿Cuán
abiertos están los musulmanes aquí a escuchar de Jesucristo? –
–
“Debo decir que hay quienes están abiertos y han oído de Cristo, pero debemos
ser muy cuidadosos”, – asegura “Roman”, un hombre convertido del Islam –.
“Roman”
es ahora pastor de una iglesia subterránea. Se reúnen en discretos grupos de
casa, pues muchos de los que asisten provienen del Islam.
–
¿Cuán peligroso es ser cristiano en Daguestán hoy? –
–
“Para algunos creyentes puede significar la muerte, para otros persecución o
acoso diario” – asegura “Roman”.
El 15
de julio de 2010, un pistolero mató al amigo “Roman”, Artur Suleimanov.
Suleimanov
de 49 años dirigía la congregación protestante más grande de Daguestán. Medios
locales lo acusaron de convertir musulmanes.
“Me
preguntaba si sería el próximo. Para ser honesto, quería dejar la ciudad
inmediatamente y no volver”, comenta “Roman”.
Sin
embargo, a los 3 años de la muerte de su amigo, él dice que está más decidido
que nunca de compartir el amor de Cristo. “Recibo amenazas de los musulmanes.
Así es la vida”, comenta.
Daguestán
tiene más de 90 por ciento de musulmanes. Nadie sabe en verdad cuántos
cristianos evangélicos hay.
Los
creyentes dicen que la Iglesia en Daguestán se enfoca en dos áreas: discipulado
y plantar iglesias.
50
personas asisten a la congregación de Roman; 22 de ellos siembran iglesias a
tiempo completo. “A veces mi esposa bromea que no tendremos una iglesia ¡Porque
todos están siendo enviados! No quiero construir una iglesia y llenarla con
personas. Cuando alguien acepta al Señor, los discipulamos y lo enviamos”.
Valentine
es uno de los sembradores de iglesias. Él sirve en una aldea remota cerca del
borde con Chechenia.
Este
hombre comenta que “durante los últimos 6 o 7 años, las aldeas han sido áreas
de cultivo para radicales musulmanes. Jóvenes están siendo reclutados de aquí
para unirse a rangos militares. Tratamos de alcanzarlos antes de que eso
suceda”.
Otro
creyente fue severamente golpeado cuando intentó compartir el Evangelio con una
chica musulmana.
“Nada
va a detener el trabajo del Espíritu Santo aquí. Tal como Dios ama a los
chinos, americanos, alemanes, Él tiene un gran amor por Daguestán, Chechenia y
todo el Cáucaso”, asegura este hombre cuyo nombre se reserva por seguiridad.
Oksana
enseña en una escuela musulmana. Ella no puede hablar abiertamente del
cristianismo, pero cuando los alumnos preguntan sobre su fe, ella tiene una
respuesta.
“Cuando
llegué a la escuela, los alumnos me dijeron que odiaban a los cristianos. Pero,
sus corazones han cambiado. Lo único que puedo hacer es vivir mi vida cristiana
en humildad y amor y dejarle el resto a Dios”, dice esta maestra.
Daguestán
y el Cáucaso Norte son uno de los lugares menos evangelizados de la tierra. El
creciente fervor islámico ha prevenido a muchos rusos de siquiera visitar la
zona.
Pero,
para Roman, Valentine y otros creyentes que trabajan en la sombra, el riesgo de
dar a conocer el nombre de Cristo, vale la pena.
“Ministramos
drogadictos, tenemos un programa de alcance juvenil y entrenamos a la próxima
generación de líderes. Esa es nuestra estrategia. Quizás no veamos el fruto de
nuestra labor inmediatamente, pero somos llamados a dar el fundamento, labrar
la tierra, para futuras generaciones”, asegura Román.
FUENTE:
MUNDO CRISTIANO
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