Más de cinco años después del inicio de la crisis
financiera, uno pensaría que los responsables en materia económica ya sabrían
cuál es el mejor camino a seguir.
Pues no. O al menos, no existe todavía un consenso como el
que prevalecía antes de la crisis de 2008.
Eso quedó en evidencia tras un reciente seminario del Fondo
Monetario Internacional (FMI) para repensar la política económica, organizado
por su propio economista en jefe, Oliver Blanchard, y tres expertos en el área.
Uno de ellos, el premio Nobel de Economía George Akerlof, de
la Universidad de California, ilustró con una vívida analogía el estado de
incertidumbre en el que se encuentra la profesión de economista.
"Es como si un gato se hubiera subido a un árbol
enorme. El gato, por supuesto, es la crisis. Mi posición es '¡Dios mio, ese
gato se va a caer y no sé qué hacer!'".
Otro de los organizadores, de la misma universidad, David
Romer, aprovechó la analogía y añadió: "El gato ha estado en el árbol por
cinco años. Es hora de obligarlo a bajar y asegurarse de que no se vuelva a
subir".
El problema para los profesionales de la Economía, según el
cuarto de los anfitriones de la conferencia, otro premio Nobel, Joseph
Stiglitz, es que "no hay una buena teoría económica que explique por qué
el gato todavía está en el árbol".
Un mundo distinto
No más gatos, les prometo. Pero la analogía da una idea del
grado de incertidumbre reinante en este grupo estelar de economistas.
Joseph Stiglitz
Es un mundo muy distinto al aparentemente más cómodo en el
que vivimos antes de la crisis
¿Cuáles eran las características clave de ese mundo?
El principal instrumento de política económica estaba en
manos de los bancos centrales.
Stiglitz dice que no hay ninguna teoría que explique la crisis.
Se encargaban de fijar las tasas de interés, subiéndolas
para mantener baja la inflación y cortándolas cuando la economía estaba frágil.
La política fiscal -el gasto público y los impuestos- ya no
era considerada como parte del juego de herramientas rutinarias para mantener a
la economía nivelada.
La reglamentación financiera era, en la mayoría de los
casos, relativamente ligera.
El resultado fue la peor crisis financiera y la recesión más
profunda en la economía global desde la Gran Depresión en los años '30.
No se manejan solas
Para Joseph Stiglitz, la crisis fue la evidencia que probó
su punto de vista de que las "economías no son necesariamente estables o
se autocorrigen".
En el seminario, se notó el apoyo a esta visión y a la idea
de que diversas agencias estatales juegan un rol importante para ejercer
control.
Muchos se mostraron a favor de más regulación financiera,
particularmente las medidas que intentan estabilizar todo el sistema
financiero, no tanto las que están dirigidas a bancos individuales.
Hablaron de algo llamado política macroprudencial, una idea
que ha ido ganando impulso en los últimos años.
Un ejemplo es imponer un límite en el tamaño de los
préstamos relativos al precio del bien que se va a comprar, como una casa: la
relación préstamo-valor.
Suena razonable, pero los participantes reconocieron que aún
no entendían bien este tipo de políticas y sus efectos.
Y David Romer dijo que no creía haber escuchado algo lo
suficientemente grande como para producir un sistema financiero realmente
robusto.
"Ni idea"
Por otro lado, está la política monetaria.
Dinero
La "flexibilización cuantitativa" no genera mucho
entusiasmo.
Antes de la crisis, la herramienta principal eran los tipos
de interés. Ahora, la caja de herramientas incluye la "flexibilización cuantitativa",
la práctica de inyectarle dinero al sistema financiero con la esperanza de que
estimule el consumo.
Hubo algo de apoyo para eso, pero no fue unánime.
Por ejemplo, Allan Meltzer, de la Universidad Carnegie
Mellon, de Pittsburgh, Pensilvania, piensa que termina siendo una cantidad
enorme de estímulo y tiene muy poco efecto.
Se debatió además cuál debe ser el objetivo de la política
monetaria.
La idea de tener metas de inflación era generalmente
aceptada antes de la crisis. Ahora se cuestiona si eso es suficiente, pero no
hay consenso sobre si es necesario cambiar.
Romer señaló que esa estrategia pareció funcionar por unos
20 años pero luego no sirvió para generar suficiente demanda.
Sin embargo Stefan Gerlach, de la Universidad Goethe de Frankfurt,
argumentó que "no tiene sentido repensar toda la estructura de la política
monetaria por un evento que ocurre más o menos una vez al siglo".
A muchos de los expertos reunidos no les entusiasma el
incremento rápido de la deuda pública en los países ricos durante los últimos
años, pero pocos fueron tan lejos como el conservador Allan Meltzer.
"Si lo que queremos es estabilidad financiera y otras
cosas buenas, ¿no deberíamos empezar restringiendo el déficit presupuestal?
¿Formalmente, indefinidamente y para siempre?".
Lo que nos deja... ¿dónde? ¿confundidos?
Hubo muchas ideas pero así fue como el economista en jefe
del FMI cerró la conferencia:
"No hemos identificado nuestro destino final... a dónde
llegaremos, realmente no tengo ni idea".
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