“Oísteis que
fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a
una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” Mateo 5:27, 28.
ANTE LA
PORNOGRAFÍA EL CRISTIANO "TIENDE A AUTOJUSTIFICARSE”
Lidia
Martín, psicóloga, explica las consecuencias y equipara el consumo de sexo
online a la infidelidad matrimonial.
Los
cristianos no sólo tienen un consumo de pornografía parecido a la media social,
sino que además tienden a justificarlo. Es una de las conclusiones del análisis
que hace la psicóloga Lidia Martín, que ha investigado esta problemática desde
su praxis como psicóloga. Explica a este diario que lo grave de visionar sexo
online es que “cada vez se necesitarán contenidos más explícitos, más agresivos
y, lo peor, se considerará que son normales, tolerables”.
La
accesibilidad desde internet, la comodidad de un consumo desde casa y el hecho
de que los contenidos sean, en muchos casos, gratuitos. “Estos factores, sin
duda, contribuyen al uso de la pornografía”, dice Martín, que ejerce en Madrid.
“No hace falta hacer grandes esfuerzos para cruzarse con archivos de este tipo
incluso sin buscarlo o buscando cosas mucho más inocentes y absolutamente
desligadas del tema. Tener el ordenador delante y no tener que dar ninguna
clase de explicación respecto a lo que se consume, facilita su uso (no como
ocurre, por ejemplo, al comprar una revista de este tipo en un kiosko, en que
te tienes que encontrar con el kioskero y además asumir que algún vecino puede
toparse contigo en el momento más inoportuno)”.
Este uso tan
“cotidiano” que se puede dar de los contenidos sexuales online no deben
hacernos olvidar, sin embargo, que el riesgo es importante. “Este terreno es tan
altamente adictivo que, al igual que sucede con otras cosas, los primeros
contactos suelen ser gratuitos para convertirse después en interacciones o
visionados de pago”.
La
pornografía se parece a otras drogas en que, a la larga, el cuerpo se
acostumbra y genera tolerancia: “La persona se acostumbra a cierto contenido y
necesita ir subiendo la temperatura y el calado de lo que ve”, explica Martín.
“SON MUCHOS
LOS CONSUMIDORES CRISTIANOS”
¿Cómo es la
problemática entre cristianos? Martín explica que la realidad es bastante
decepcionante. “Esperaríamos que entre cristianos esto no existiera o que, al
menos, no fuera tan frecuente como lo es fuera de nuestras filas. Sin embargo,
son muchos los consumidores cristianos de pornografía, aunque lógicamente no se
habla abiertamente de ello”.
La psicóloga
explica por qué, en su opinión, la diferencia con personas ‘no religiosas’ es
tan pequeña: “Los cristianos somos personas como cualquier otra, con las mismas
debilidades, sólo que regenerados por la sangre de Cristo. Y en ese sentido es
que la cercanía con el Señor y poner nuestra mirada en Sus cosas son la única
protección real con la que contamos en estos casos. Somos igual de débiles,
entonces, que cualquier otro y privarnos del uso de estas cosas es más una cuestión
de obediencia que de falta de tentaciones”.
Otro factor
que según Martín explica la profundidad de la problemática en las iglesias
evangélicas, es que “hay mucho desconocimiento de hasta qué punto esto está
desaconsejado y prohibido por Dios”. Y añade: “Se tiende fácilmente a la
autojustificación, a dar explicaciones en ocasiones un tanto rebuscadas para
conseguir precisamente esto, ver con buenos ojos lo que no es bueno”.
PORNOGRAFÍA
COMO INFIDELIDAD A LA PAREJA
Preguntada
por las consecuencias en el día a día de un matrimonio, Lidia Martín es clara:
“Yo sí defendería que hay infidelidad en el uso de la pornografía. En el
momento que se visualizan imágenes de otros de cierto tipo y con la intención
clara de crear lujuria y promover el deseo sexual; cuando se promueve, no la
pareja, sino determinadas prácticas y a través de un foco que no es la propia
pareja; cuando, por decirlo de otra forma entra un ‘tercero’ en escena, sea a
nivel presencial o a través de una pantalla, hay una infidelidad”.
No ayuda el
inventar etiquetas o diferenciar entre conceptos que en el fondo tienen la
misma raíz. “Somos muchas veces excesivamente legalistas con lo que es o no una
infidelidad y en el fondo no es más que una forma de autojustificar nuestros
propios deseos. Parece que si no te acuestas con alguien físicamente no estás
siendo infiel”. Para un cristiano, cree Martín, las palabras de Jesús son
suficientemente claras, cuando dijo que quien mirara con lujuria a una mujer
que no es su esposa “ya adulteró con ella en su corazón”.
“De ahí que
tengamos que ser un poco menos benevolentes con nosotros mismos en cuanto a
estas cosas. Ninguna esposa o esposo se siente contento ni feliz al ver o
constatar que su cónyuge consume pornografía. No beneficia a la vida sexual de
la pareja, no contribuye a la unidad del matrimonio, no favorece que nuestro
deseo sexual se oriente hacia nuestra pareja sino que, muy por el contrario,
nos distancia de ella”.
CULPA QUE
LLEVA A PÉRDIDA DE CONFIANZA
El
sentimiento de culpa por el consumo de pornografía (tanto si se trata de una
persona casada o soltera) acaba llevando a romper la confianza en las
relaciones en un entorno familiar. “En muchas ocasiones cuando la persona se va
embebiendo en la adicción también se va aislando. Esta es una característica
habitual: cada vez el elemento adictivo ocupa más y más tiempo y facetas de la
persona, hasta el punto de que termina prácticamente ‘desconectado’ de la
realidad o de la faceta de la realidad correspondiente con el tema en
cuestión”.
Sobre la
culpa que esto genera, Lidia Martín habla de dos reacciones habituales.
“Dependiendo de qué tipo de culpa sea la que se hace presente, pueden pasar
varias cosas: la culpa que lleva a la confesión y al perdón puede ser que al
principio se presentara en forma de aislamiento, pero termine buscando el
acercamiento con el cónyuge, la búsqueda de soluciones y el abordaje del
problema”.
Pero cuando
la culpa no se gestiona adecuadamente, “cuando lejos de buscar la confesión y
el perdón lo que se busca es la ocultación y la permanencia de la conducta
adictiva, el aislamiento y el distanciamiento de la familia están prácticamente
garantizados”.
EFECTOS EN
LA SOCIEDAD
Ante toda
esta realidad, se plantea una pregunta preocupante: ¿Qué efecto tendrá a nivel
social el consumo generalizado de pornografía que, según todos los informes, se
está dando ahora mismo entre la amplia mayoría de los menores de edad?
“Una de las
cuestiones que ya estamos contemplando, no sólo en los jóvenes, sino en los
muchos adultos que la consumen, es una banalización de la sexualidad y de las
implicaciones del uso de la pornografía”. Relativizar el problema no ayuda.
“Parece que no pasa nada, pero sí pasa. Uno de los efectos más evidentes y que
acarrea también consecuencias en otros ámbitos es, principalmente, el hecho de
que se ven las relaciones sexuales como algo puramente utilitario, para cubrir
una necesidad personal inmediata, pero poco o nada tiene que ver el amor o el
afecto por el otro”.
Las
principales afectadas serán las mujeres. “Se tiende a la degradación de la
mujer”, explica Martín, “ya que son principalmente hombres los que hacen uso de
estas imágenes y se la cosifica”. El efecto en los consumidores es de largo
plazo: “Pensemos que normalmente este es un camino con difícil retorno, ya que
se crean imágenes mentales que son imborrables, fácilmente reproducibles una y
otra vez y que generan tolerancia, por lo que la adicción avanza sola”.
El consumo
repetido ahonda en el problema. “En ese sentido, cada vez se necesitarán
contenidos más explícitos, más agresivos y, lo peor, se considerará que son
normales, tolerables”.
“Muchos de
los comportamientos que estas imágenes muestran son vejatorios para una de las
partes y espeligroso acostumbrarse a ello y considerar que constituyen la
normalidad y no la anormalidad”, concluye la psicóloga.
Fuente: Protestante Digital 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario