Una familia comienza con la unión de un hombre y una mujer que deciden casarse y vivir la vida de a dos, como si fueran uno. Fue así que cuando Dios creó a Adán y a Eva. Él fue muy claro: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne.” Génesis 2:24. La Palabra de Dios afirma también: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre.” Mateo 19:6
Dentro de una unión, no podemos olvidarnos de la importancia del ejercicio de la fe, pues la vida espiritual de cada uno interfiere directamente en la vida sentimental del matrimonio. Si no hay lugar para Jesús dentro de su hogar, no habrá forma de soportar y pasar por todas las dificultades.
La Biblia dice:
“A cualquiera, pues, que Me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca. Pero a cualquiera que Me oye estas palabras y no las practica, lo compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena…” Mateo 7:24-26
El hogar no es solo una casa, y su edificación va mucho más allá de señalar los errores del compañero y querer que él mejore, con la intención de que la vida del matrimonio sea transformada. El cambio comienza primeramente dentro de usted, del deseo de progresar y de ser capaz de llevar felicidad a la unión, a su marido y viceversa. Busque llevar una vida con disciplina y reglas para lo que es necesario. Frente a los problemas, entregue su vida a Dios.
El compromiso de cada uno
La Palabra es enfática al decir que la sumisión de la mujer no la coloca en un nivel inferior a su marido. Eso quiere decir que su misión como esposa es ayudar a su marido en sus decisiones, decir lo que piensa, pero, independientemente de eso, apoyarlo. Debe estar a su lado, apoyando su trabajo, incentivándolo en cualquier circunstancia.
En cuanto a los hombres, es necesario amar a vuestras mujeres. Toda mujer tiene la necesidad de sentirse amada, protegida y segura. El hombre tiene esa responsabilidad frente a Dios y sabe cuál es la mejor manera de hacer eso, basta querer.
Para que el hogar se vuelva más fuerte, no permita que nadie se entrometa en la relación arrojando consejos maléficos. Encuentren una manera de tener el mismo pensamiento frente a las situaciones. Hónrense uno al otro. No permitan que nadie hable mal de su compañero, defiéndalo. No permita que el enemigo encuentre una forma de meterse en su casamiento. Si Dios fuera el principal en la vida de los dos, ustedes van a pasar por cualquier tempestad y permanecerán juntos.
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